jueves, 17 de septiembre de 2009

El regreso, el silbato del tren al caer la tarde,
la estridencia junto al mostrador, en el andén,
abajo del sillón del carro que se va,
junto a lo que se va lo que no se queda
alejar lo que no se puede: una mentira no puede ser algo,
una página arrancada a su biografía, en el punto ciego,
lo que no podía ser, aquella canción vieja,
y se pierde tanto de vista
si te asomas
debajo de las escaleras
y el llanto de siempre, la piedra en el paladar
agua y deseo y poza y remanso
de niños que se sabían portar bien
antes de las primeras noches a solas
antes de aprender el camino a la casa nueva
a la casa de los recuerdos inventados por primera vez

II
Los patios son la infancia, son trozos de pared secados
de los que se van quedando afuera porque no supieron aceptar
el clima bajo el techo de los otros
los patios de agua, de rama araña trisca pared seca con figura de humedad
la mentira, dije, la mentira, dije, y seguía caminando ahí a i a i
mientras los caracoles de otra lluvia de otro mes de lluvia
sueltan la sal que sobra en el esqueleto volátil, externo, invisible
de las sensaciones que se atrapan durante la fuga
que es el viento la sustancia entonces del aire o del sueño
que se había perdido debajo de la cama, junto a lo que se barría
el aire externo del silencio ajeno, del silencio de lo que calla
de la esfera gota de agua que flota sobre la negrura
cuando amanece y se hace tarde para despertar

domingo, 6 de septiembre de 2009

confesiones I



a punto de olvidarlo
la noche trae el aroma del mar,
los peces pintan el fondo
de su abismo silencioso
y se ahogan los deseos
en la sangre seca del pasado