lunes, 29 de octubre de 2012

tanta risa no nos hizo más amables
el humo espesaba junto a la boca de la olla
al calor sin alegría o sobresalto
persistía otro espesor de aire
en que pudiera tocarse la imagen recordada
de lo que se simplificó
como un olvido involuntario
o un recuerdo que se fue cambiando
por el final del cajón en que se guarda


fondo que seca untado al metal
hierba buena entre dientes y un esqueleto de maíz
con algunos dientes diseminados en el cuerpo
el hilo de la cebolla se troza y rechina la frustración
nuevamente lo sabido, otra vez las vacas
imágenes de dos colores borran los recuerdos
que valgan lo que se guarda sin saberlo

o se comparte sin el sabor, digo, de la infusión tibia
de aquellas noches soñadas en el día
incumplidas, interrumpidas en el deseo ciego
de los que anticipan el golpe y quitan la mirada
de lo inevitable

martes, 29 de mayo de 2012

Primavera

El recuerdo perdido
o la destrucción de lo olvidado
cuando a solas
vuelve
la imagen de todas las cosas
que igualan los caminos
al final,
en la línea cruzada con sigilo
como fracaso anticipado
lentamente posterior
e irremisible
mientras debajo de la cama
las sábanas yacen frías
y los sueños se quedan
encerrados
en silencio
lejos
como relatos repetidos

lunes, 2 de mayo de 2011

Por los hijos que no serán padres
y las madres que se les acercaban antes
con las manos mojadas
y miradas de generaciones
de ruego, de petición, del hueco imaginario
donde se oculta lo que avergüenza,
con la vista esquiva del que miente
y baja un poco la voz
para pedir sin que se oiga correr el agua
y se lave la mancha
del espejo

Se pide permiso cada vez
—¿Puedo pasar?
—¿Podemos pasar?
La puerta y el guardia se pierden al fondo
del vaso roto
y en la plaza de armas
las rodillas se raspan y las canicas ruedan
junto a la polvareda de los que marchan
hacia el final de la calle
de aquel solo último caminio

Quiere pasar la voz
quiere desmentirse el adiós de los que se tuvieron que ir
y las palomas balancean la cabeza
deshabitadas
las ventanas que eran puertas
antes de la omisión intolerable
que deshabita y oscurece el faro

jueves, 28 de octubre de 2010

Tempestadas

Iba quedando atrás aquel espectro duro.
Se oía caer la fruta en la tierra.
El metal fingido de las hojas al pasar desnudas por las rendijas del otoño.
Jóvenes en risa y lágrima de tres actos, tres caídas.
Masa del olvido. Los vecinos se mudan y se despiden,
como si pudiera continuarse algo después o antes
y se llevan algo que no les pertenece
debajo de la piel o de la ropa o de las uñas.

Los niños, ayer, salían a la ventana
y sus cabos se ataban en el par sorteado
antes de tocar la diana o encontrar otro pasadizo
del atardecer.
La belleza con su fragilidad sumaria
atrapada en la perla de los ojos
cuando el miedo era complemento único
de lo que se predicaba en medio de la calle
y los perseguidos se rendían del cansancio.

Era un día de los que faltaban para empezar de nuevo
o volver a empezar, no lo recuerdo
cuando aquella mujer asomó la nariz y se quedó ahí, inmóvil
y la sombra recorrió su lado oblicuo
y se ocultó
y nadie pudo preguntar más
ni saber de aquello que se sabía poco

Sería una tarde exacta
aunque parezca imposible
o lo fuera
y por eso, al soplarle a la vela que duerme junto a la imagen
de uno mismo
falta el aliento o se queda como una idea
incompleta
de lo que falta cuando se desea decir.

domingo, 3 de octubre de 2010

Los impulsosos

Calientes, locos, amenazados
violentamente amenazados
de dolorosa indiferencia,
los dedos huyen de la flama
los dedos tocan
se destocan
se descuelgan dedos del olvido,
disuelto
en el primer trago
y se van con enojo
y regresan a pedir
más
vuelven
a exigir lo que se les debía
calor devuelto
y cuando llegaba la noticia
de lo verdadero
dejaban de pensarse imaginados
y cerraban las puertas por el frío
frotadas pielecillas del fog por la rendija
se cuela por debajo lo previsto
no me quite paz
se cuela en la conciencia frágil
de la rama que mece el aire del siglo que empezó
antes del tiempo
cuando llegaron las primeras naves
luego navíos,
y adioses, y anunciados extravíos
semillas en un aire tenso, semillas coalescentes
olvidadas en los pliegues del ala del pájaro
que te calentaron mientras hablaban
de lo que no podías saber

sábado, 26 de junio de 2010

Me asomo en el silencio por el hueco de unos días que pasan junto a otros
Vuelvo a guardar las envolturas en lo más alto del ropero
Un paraguas. Un sombrero. Valijas. Flores de papel.
Una lista de invitados y una lista de no invitados. —No me trates bien.
Asomémonos por la ranura. Los amigos siempre fueron enemigos. Ya se van
Alguien se va y se detiene con la mano oculta, con la mano avergonzada,
con la mano que mece lo desconocido como si fuera algo fijo, algo que se guarda en lo más alto del ropero donde se cierra el paraguas y lo desconocido se aprieta como algodón de azúcar. Imagina un río. Imagina el paisaje de un hombre que es un río que se va y en un recodo te baña con los ojos que te miraban en tu lejana voluntad de abrir y cerrar a oscuras, a ciegas
—No quiero que me trates bien. Cierra la puerta, espejo de la intimidad
—No quiero ser lo que alguien quiera ser. La puerta se apaga por dentro.
La luz llega puntual. Los ojos descorren la cortina. El apremio engañado
tiene plazo. La verdad tiene plazo.

martes, 18 de mayo de 2010

Bien dicho, y te acomodas los anteojos,
bien dicho lo que no pudiste, bien callado lo que residue, lo que presidue
como la u si no lleva acento es segura
te tranquilza porque está muy lejos de lo que no dijiste
cuando aquello de informar y conocer, cuando el viejo sentado en la banqueta
cuando las imágenes de la niña junto a un mar de pliegues y sonrisas
que no pertenecían al invitado que fuiste cuando el ala de pollo te supo a manzana
y la manzana al hígado como gancho de punto y deshilado deshilachado
al bajar del escalón
y el lumbago plumífero pulimento de acero de tres monedas al aire
que cayeron al suelo mientras plegabas otra vez la cara en la almohada pestilenciosa
de dormir como flor el gasto de la juventud