viernes, 9 de octubre de 2009

Asomarse al vacío

Distraídos,
casi involuntariamente,
se asoman al abismo y miran
complacidos
la oscuridad del umbral
mientras las sombras se asen a las obras
de una materialidad confusa
los sonidos recuperan
viajes del pensamiento
y alguien necesita siempre que se repare el daño
o que se pueda volver a empezar la cuenta
de una descendencia como fruta en la rama del árbol de la especie,
peso inmortal que se adivina cada día cuando
al abrir los ojos
se busca a tientas la hoja del calendario perdido
o la conciencia desplazada o la responsabilidad difusa
la hoja, decía, del drama
en tercera o segunda persona, y el recuerdo del hermano,
que es civilizado y tiene amigos y habla
con pensamientos que parecen más claros en las palabras que usa
y sus atmósferas secretas y su don apacible desmentido
hay personas así —pensaba—, que presienten las adivinanzas
y que saben lo que no sabemos como si pudieran vernos en el espejo
la hoja, entonces, es como la mancha en el cristal
y el gato que escapa es el yo complaciente, el de este lado,
cuando sube a contar a los demás lo que nunca sabrás de ti mismo

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