martes, 24 de noviembre de 2009

vientos y respaldos de esculturas
de hombres que muerden panes,
echados adelante
vecinos que asoman su retrato en el cristal
cuando sacuden sábanas,
y el esparadrapo del insomnio
se alcanza a mirar
indiscretamente
desde la otra acera

guardas el pañuelo endurecido
debajo de la almohada
cierras el libro de aquella fantasía
de barcos enanos y velámenes oblicuos
te guardas en el recuerdo del más caro enmascaramiento
aceleras el paso y lo alcanzas
cuando abandona, cuando atribulado en la silla baja la vista
y muerde el ala del pollo que asabas al llegar la hora del puré
y se presentaron a la puerta en pareja
juntos por tu garganta
desconocidos envueltos, y los rieles, las campanas sordas
inexistantes, paciencia, calma, y no llegar primero o no llegar

vuelves a tu guitarra y giras en sentido oblicuo
rasgas idénticas las palabras que olvidabas cada noche
o creías olvidarlas por lo pliegues de una voz que repetía
que no fuera tu voz que no fuera tu voz que fuera y no fuera
la voz que era tu resonancia estéril o desco-reco-desconocida
las cuerdas, la voz, raíles de máquinas discretas
viajes, equipos, peaje impagable en un
complacido
complaciente
de-sierto

vuelve a tus ojos de animal cautivo,
vuelve a llorar y cumple aquello
que adivinabas al bajar las escaleras
de espaldas
al pasado que no reconociste
al tiempo
vuelve al foco
de lámpara
de luz
de noche
de tempestad
de cierto
despojo
de tu nombre que destila ajeno el aire en la frente
cuando te alejas otras veces
por las aguas apacibles sobre el metal templado en el templo
de la cerradura
que se abrirá después

1 comentario:

  1. Magnífico poema el tuyo, que descubro un poco por azar buscando en un baúl que no me pertenece. Un poema que leo un poco desde mi obsesión personal, de mi necesidad de aprender a quererme con piedad, pues "la cerradura se abrirá después"
    Un abrazo
    Carlos
    Cartas en la noche.

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