viernes, 5 de febrero de 2010

Media lengua de migajón de pan tierno mojado
para que el pescado viaje vivo fuera de la red,
o sacarle las tripas y limpiarlo
y dormirlo en el cuenco inmundo 
como un sueño de muerte lejos de la orilla
o pelados y quemados a la lumbre
como palomas.
Se le quiebran los huesos por abajo,
con el lomo del machete
Después de su íntegro respiro,
la fiebre en la frente que es perfil
la mirada sin cáscara
del que acaba de llegar
las bocas un poco endurecidas por este silencio
de espaldas siempre, bocabajo, interior,
alguna insinuación sobre la nuca del que duerme
con la frente salpicada de sudor
nos vamos quedando así, quietos, taciturnos
mientras el sol camina sobre las bardas y algún destello
nos ilumina el tedio del atardecer
y las historias contadas una y otra vez
como si hubiera una nueva oportunidad

2 comentarios:

  1. Querido Gustavo: este es un poema inmenso, gigantesco, cabal. Madera que no muere. Estoy sorprendio por la consistencia de tu escritura. Lo estoy como lector. Lo estoy como editor. Lo estoy como escritor que hace lo que puede para despertar las emociones incluso donde no existen.
    Carlos
    Cartas en la Noche.

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