lunes, 2 de mayo de 2011

Por los hijos que no serán padres
y las madres que se les acercaban antes
con las manos mojadas
y miradas de generaciones
de ruego, de petición, del hueco imaginario
donde se oculta lo que avergüenza,
con la vista esquiva del que miente
y baja un poco la voz
para pedir sin que se oiga correr el agua
y se lave la mancha
del espejo

Se pide permiso cada vez
—¿Puedo pasar?
—¿Podemos pasar?
La puerta y el guardia se pierden al fondo
del vaso roto
y en la plaza de armas
las rodillas se raspan y las canicas ruedan
junto a la polvareda de los que marchan
hacia el final de la calle
de aquel solo último caminio

Quiere pasar la voz
quiere desmentirse el adiós de los que se tuvieron que ir
y las palomas balancean la cabeza
deshabitadas
las ventanas que eran puertas
antes de la omisión intolerable
que deshabita y oscurece el faro

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